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Escrito por: Helena Vidaurri de la Cruz
Especialidad: Dermatóloga Pediatra
Fecha de publicación: 31-08-2023
Escrito por: Helena Vidaurri de la Cruz
Especialidad: Dermatóloga Pediatra
Fecha de publicación: 31-08-2023
La piel, al ser la frontera del cuerpo, es tanto órgano de defensa como puente de comunicación con otros y con el medio ambiente. Cuando la piel cumple con su función de barrera, puede incluso pasar desapercibida, ya que no hay comezón, dolor ni ardor; sin embargo, cuando la barrera se deteriora se pierden recursos valiosos, como proteínas y líquidos, e ingresan patógenos y alérgenos que desencadenan inflamación o infección. La integridad de todo el organismo depende de la barrera cutánea. En este artículo revisaremos su estructura y funciones.
La piel es un órgano derivado de 2 capas embrionarias: ectodermo (de superficie y neuroectodermo) y mesodermo. Del ectodermo de superficie provienen: la epidermis, incluyendo los folículos pilosebáceos, las uñas y las glándulas sudoríparas. Los derivados del mesodermo incluyen: la dermis, el músculo erector del pelo, el tejido celular subcutáneo o hipodermis, los vasos sanguíneos y linfáticos y las células inmunológicas transitorias y residentes de la piel. Los derivados del neuroectodermo son los melanocitos, las células de Merkel, los corpúsculos sensoriales y las terminales nerviosas.
Es un epitelio estratificado queratinizado, constituido mayoritariamente por queratinocitos, que descansa sobre la unión dermoepidérmica, y está constituida por los estratos siguientes:
Durante la maduración del queratinocito, desde el estrato basal hasta el córneo, pasa de ser una célula cuboide a ser un octaedro truncado. Esta configuración le da alta resistencia a la presión, fricción y movimiento del tejido, al mismo tiempo que ocupa de forma eficiente todos los espacios.
Cada corneocito está envuelto en una matriz de lípidos, que provienen del propio queratinocito y de las glándulas sebáceas, que se compone de ceramidas, colesterol y ácidos grasos libres en proporción equimolar. En contraparte, la estructura rígida del corneocito obedece a la envoltura intracelular cornificada, compuesta por involucrina, loricrina, elafina, desmoplaquina, citostatina, envoplaquina y proteína pequeñas ricas en prolina. El citoplasma contiene queratinas agregadas por filagrina, proteína que se fragmenta en ácidos urocánico y 5 pirrolidín carboxílico que forman parte del factor natural de humectación.
En la superficie del estrato córneo, la suma de lípidos derivados de los corneocitos y de las glándulas sebáceas, junto con el factor natural de humectación y el sudor, que contiene lactato, urea y agua, forman el manto ácido, esencial para mantener el pH superficial entre 4.5 y 5.75 unidades. Dicha acidez permite la colonización por el microbioma sano y limita la proliferación de gérmenes patógenos.
Sobre toda la superficie cutánea se encuentran microbios: bacterias, virus, hongos, archea y artrópodos. La suma de todos ellos y de sus interacciones, tanto con las células de la piel como entre ellos, se llama microbioma. Cada nicho de la piel tiene un microbioma propio, así, son diferentes los de las axilas, la piel cabelluda, las plantas o la espalda. La diversidad y relación que guardan los gérmenes del microbioma son esenciales para el adecuado funcionamiento de la barrera cutánea, ya que impiden el ingreso de patógenos al mismo tiempo que entrenan al sistema inmunológico para la tolerancia y la defensa.
Por debajo de la epidermis, se encuentra la unión dermoepidérmica (UDE), que es una estructura acelular, con dos capas visibles a la microscopía electrónica: lámina lúcida y lámina densa. Los queratinocitos de la capa basal se anclan a la membrana basal por hemidesmosomas, y por proteínas dispuestas en microfilamentos que conectan los hemidesmosomas a la lámina densa pasando por la lámina lúcida. Algunas de las proteínas de la UDE son las colágenas IV, VII y XVII, integrina α6β4 y laminina 332. La UDE es ondulada, lo que aumenta su superficie, fomenta la adhesión de la epidermis a la dermis, permite el movimiento y crecimiento de los queratinocitos y fibroblastos, y da resistencia a la fricción.
Por debajo de la UDE se encuentra la dermis que, a diferencia de la epidermis, está constituida por fibroblastos inmersos en una matriz de proteínas –colágena y elastina–, glucosaminoglicanos, proteoglicanos y glicoproteínas. La dermis contiene a los vasos sanguíneos y linfáticos, a las terminales nerviosas, a los folículos pilosos y a las glándulas sudoríparas y sebáceas. Las células inmunológicas transitan y residen en la dermis. Las funciones de la dermis incluyen: soportar a la epidermis, amortiguar las fuerzas externas, regular la temperatura, almacenar proteínas y agua, percibir los estímulos externos y transmitirlos por las terminales nerviosas, y reparar las heridas.
La capa más profunda de la piel es la hipodermis, o tejido adiposo. Está constituida por adipocitos, o células grasas, separadas por tabiques de tejido conectivo. Las funciones de la hipodermis incluyen: sostener a la epidermis y dermis, así como conectarlas con la fascia muscular, los músculos y los huesos subyacentes; mantener la temperatura corporal; almacenar energía en forma de gotas grasas que constituyen el citoplasma del adipocito; amortiguar los impactos del exterior; y producir hormonas relacionadas con el metabolismo energético.
Como hemos visto, la función de barrera de la piel depende de la integridad de todos sus componentes, desde el exterior hacia la profundidad: microbioma, manto ácido, estrato córneo, estrato granuloso, estrato espinoso, estrato basal, membrana basal, UDE, dermis, e hipodermis. Cada célula y molécula cumple su papel para mantener al resto del organismo libre de invasiones de patógenos y de estímulos ambientales dañinos, al mismo tiempo que retiene en el interior los nutrimentos, el agua y la temperatura adecuada. Además, en cada capa se producen proteínas, carbohidratos, lípidos, péptidos con función inmunológica y neurotransmisores que mantienen al individuo en comunicación con el exterior. Para que la barrera se mantenga en plena función es necesario cuidar cada una de sus estructuras. La primera parte del cuidado es la limpieza y mantenimiento de la epidermis que sostiene al microbioma. El baño diario, realizado con dermolimpiadores gentiles, y sin fricción, seguido por la aplicación de emolientes con lípidos que mantienen la barrera, como ácidos grasos libres, ceramidas, y colesterol, mantiene la barrera íntegra.
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